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Notas

El hombre que vivió dos años con Mengele rompe el silencio

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Bonibaldo Junghanns era el administrador de la granja de Alban Krug, cuando el criminal de guerra nazi se refugió allí. Hoy rompe el largo silencio y revela detalles de la histórica convivencia.

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Por Andrés Colmán Gutiérrez y Narciso Meza
HOHENAU, PARAGUAY

Él tenía 23 años de edad en el año 1961. Se desempeñaba como el capataz administrador de la granja rural que Alban Krug poseía en Hohenau Cuatro, Caguarené, a 20 kilómetros del centro urbano, el día en que su patrón llegó acompañado de un hombre ya entrado en años, con inconfundible aspecto de alemán, a quien presentó como «el doctor Francisco Fritz», y le dijo que se quedaría a vivir como un huésped invitado en el lugar.

Bonibaldo Junghanns, popularmente conocido como Nissi en toda la región Sur de Itapúa, también descendiente de inmigrantes alemanes en Hohenau, entonces no tenía ni la más remota idea de que su inesperado inquilino no era otro que el ex jerarca nazi y el más buscado criminal de guerra, doctor Josef Mengele, apodado como el Ángel de la Muerte por sus muchos crímenes en experimentaciones con los prisioneros judíos, durante la Segunda Guerra Mundial.

No fue sino varios meses después, cuando Oscar Krug, uno de los hijos de Alban, le contó la verdad: El misterioso alemán a quién tenía allí era en realidad Josef Mengele, y le encargó que protegiera el secreto.

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La casa de Mengele

Nissi Junghans convivió durante dos años (entre 1961 y 1963) con su tristemente célebre huésped, a quien recuerda como «una persona excelente, muy buen señor, con mucha educación y mucha cultura». Dormían en habitaciones muy cercanas, en el interior de la casa. Compartió con él diversos momentos muy especiales, que hasta ahora los había guardado como un gran secreto. Un buen día, en 1963, vinieron a buscarlo y Mengele se fue para siempre de ese lugar. Después, Nissi se enteraría de que su huésped se mudó al Brasil, donde siguió escondido y dicen que finalmente murió ahogado, probablemente en 1979.

Junghanns hizo carrera política y pudo prosperar como empresario. Fue electo intendente municipal de Hohenau en el periodo de 1996 a 2001, y le tocó presidir las celebraciones del Centenario de Hohenau, en el 2000. En todos estos años, guardó un prudencial silencio, a pesar de que, más de una vez, comentó algunos detalles a otra gente, incluyendo a algunos periodistas.
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Ahora que Última Hora sacó a luz las fotos de la casa en donde vivió Mengele, la misma en la que él fue capataz administrador durante ese periodo, Nissi cree que ya no tiene razones para callar, y acepta conceder una entrevista.
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Con su porte de viejo colono alemán, nos recibe en su casa del centro de Hohenau, sobre la avenida Osvaldo Tischler, en una amplia sala con muchos libros y recuerdos. El suyo es el primer testimonio directo de alguien que pudo llegar a conocer bien a Mengele durante su estadía en Paraguay, ya que convivió con él durante dos años, y fue testigo de algunas de sus horas personales más difíciles, en medio de la huida constante.

El testimonio de Bonibaldo Nissi Junghanns es un documento histórico.

-¿Cómo fue que usted llegó a convivir con Josef Mengele, en Hohenau?
-Josef Mengele era conocido como Federico Fritz durante su estadía en el Paraguay. Yo trabajé desde el año 1959 hasta 1963 como capataz administrador de la empresa del señor Alban Krug. Y en esa misma casa que se ve en las fotos que está publicando ahora el diario Última Hora, Mengele tenía su pieza al lado de la mía. Y también es cierto que la casa tiene sótanos, pero como tienen todas las casas de los colonos. Por ejemplo, yo acá en mi casa, también tengo dos sótanos.

-Entonces, ¿usted dormía en la habitación de al lado de donde dormía Mengele, en esa misma casa?
-Sí, así mismo era. Yo vivía y dormía en una de las habitaciones de la casa que se ve en las fotos. Allí, una habitación era de él y la otra, era mi pieza. Yo conviví con Mengele durante esos dos años, entre 1961 y 1963.

-¿Cómo era la convivencia con Mengele, la rutina cotidiana?
-Ese señor me acompañaba a la chacra, íbamos a plantar y cosechar yerba, a cargar maíz, a darles de comer a los animales, especialmente a los chanchos. Él era una persona excelente, muy buen señor, con mucha educación, mucha cultura.

-¿Cómo fue que Mengele llegó realmente a esa casa? ¿Quién lo trajo?
-Le visitaba mucho una familia de Asunción, que era la familia Jung, dueña de la ferretería alemana. Esa gente fue la que le trajo a Mengele a la casa de don Alban Krug.

-¿Usted sabía entonces de quien se trataba, conocía su pasado?
-Yo, por ejemplo, después de un tiempo llegué a saber más o menos su historia, de porqué él estaba ahí, porque Oscar, el hijo de don Alban me había contado. Después, nadie le conocía en la zona. Eso solo lo saben sus hijos (de Alban Krug), pero nosotros mantuvimos la prudencia de no hablar, hicimos un pacto de silencio, porque en el momento en que había cierta persecución, porque se le acusaba de ser un criminal de guerra, era lógico que nosotros teníamos que ser prudentes también, para no caer en algunas consecuencias de peligro.

-¿Usted pudo ver si en los sótanos que hay en la casa de los Krug, Mengele llegó a armar algún laboratorio, o si ejercía la medicina con la gente del lugar?
-En los dos años que estuvo allí conmigo, Mengele nunca hizo nada raro en el sótano, y tampoco le atendía como médico a la gente, pero a los animales, sí. Resulta que nosotros allá, en la granja de don Alban Krug, criábamos hasta 250 chanchos en aquella época, y si por ahí se enfermaba un cerdo, Mengele sabía qué hacer. Si se enfermaba una vaca, también él sabía qué hacer, y esas cosas él hacía. Después íbamos a cargar raído por ejemplo, él manejaba el tractor mientras los personales alzaban la carga.
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-¿Qué otras cosas hacía? ¿Es cierto que guitarreaba con los peones de la granja?
-Es cierto, guitarreaba con los personales. De tardecita, así cuando ya largábamos el trabajo, empezábamos a hacer un reviro para la cena, porque ahí no se comía otra cosa sino reviro, habilla, poroto… Entonces, él pedía a mis personales la guitarra y comenzaba puntear, cantaba algunos temas musicales, mientras él mismo ejecutaba el instrumento… y empezaba a lagrimear. Entonces, yo le preguntaba qué le estaba pasando, y él me contestaba en alemán. «Bueno, uno estando así lejos, extraña su tierra de origen, cómo no extrañarla», me decía.

-¿Llegó Mengele a comentarle algo sobre su actuación en la Segunda Guerra Mundial, sobre lo que fue su pasado?
-En los dos años en que vivimos juntos nunca habló de la Guerra, ni contó nada sobre su pasado, ni cuál era la razón por la que él vino a quedarse ahí en esa casa. Lo único que yo sé, y que también me consta, es que unas tres veces, durante su estadía ahí, vino un hijo de él, acompañado por una señora que era la esposa del hermano de Mengele. Venían a visitarle de Alemania, le traían cosas y entonces hablaban y se quedaban allí durante dos o tres días, y de repente desaparecían otra vez.

-¿Hasta cuándo vivió Josef Mengele en esa casa?
-Un día, casi al cumplir dos años más o menos de su llegada, él desapareció. Ocurrió que vino un alemán, que era profesor en Lapachal (en el distrito de Obligado) hasta la casa de Hohenau Cuatro. Era una persona que andaba mucho a caballo. Llegó una tardecita, compartieron una cena y luego se marchó. Dos días después de eso, llegó un auto, en el cual alzaron las cosas de Mengele y le llevaron. Nunca más supe de él, solo lo que se contó ya mucho después. Los que le llevaron eran unas personas que le visitaban a menudo, allí en la casa. Por lo visto, el profesor era un delator y por eso le hicieron desaparecer a Mengele, para que no sea capturado.

-¿Cómo era la relación con Alban Krug, el dueño de la casa? ¿De qué cosas conversaba con Mengele?
– Don Alban era una persona que tenía su negocio en Encarnación, y que venía los fines de semana. Era una persona muy prudente, no hablaba mucho, siempre direccionaba lo que se tenía que hacer en la empresa, después él se iba, se quedaba la señora. Las conversaciones entre Mengele y Alban eran solo entre ellos. Yo nunca participé de conversación alguna entre ellos. Nunca acepté, a pesar de que me decían «vení, vamos a cenar», cuando ellos cenaban en grupo y en familia. Sencillamente me quedaba en mi pieza o me iba a cenar con los personales, con quienes yo tenía buen relacionamiento.

-¿Había muchos seguidores del nazismo en esa época, en que estuvo Mengele en Hohenau?
– Hay una cosa, y es que todos de repente nos inculcamos con un fanatismo, y nos sometemos a un partido, como acá, donde está el Partido Colorado, el Partido Liberal. Los que están acá son descendientes alemanes, que vinieron del Brasil. Por eso tomaron cierto fanatismo por Hitler. Y otros eran opositores, pero sí… existió ese fanatismo. Hoy ya no hay racismo. Nos mezclamos entre todos, los tiempos actuales exigen eso. Somos todos seres humanos, que uno tenga pelo negro o pelo rubio, todos somos humanos, somos todos iguales ante Dios. Yo me acuerdo que, en mi juventud, cuando me iba los bailes, en esos locales que decían Sociedad Alemana, no se podía entrar así nomas. Entraban solo los alemanes, eso ahora terminó. Ahora es uno como el otro, quiere decir que estamos evolucionando en otro sistema de vida y en otra relación social.

«Al doctor Mengele, yo lo sacaba a pasear en un tractor hasta el centro de la colonia Hohenau»

Como una de las anécdotas más pintorescas de su convivencia con el Ángel de la Muerte, Bonibaldo Junghanns recuerda que, al menos en tres ocasiones, el doctor Josef Mengele le pidió que lo lleve a pasear hasta el centro de la ciudad de Hohenau y de otra vecina colonia de alemanes, Obligado, para visitar a sus amigos.

«Como el camino de tierra era generalmente intransitable, le sacaba en el tractor que teníamos, con el que recorríamos los cerca de 20 kilómetros desde la casa de Alban Krug hasta el centro urbano de la colonia Hohenau», recuerda Nissi.

Generalmente venían de paseo a la casa de su tío Reinaldo Junghanns, un millonario que vivía en las cercanías del Colegio San Blas, de Obligado, pero en el lado que pertenecía al distrito de Hohenau.

INCIDENTE. Su relación con Mengele persiguió a Nissi Junghanns durante muchos años, y lo expuso al acoso de algunos investigadores y periodistas, principalmente extranjeros, que intentaban obtener de él detalles sobre la presencia de ex jerarca nazi en Hohenau, pero el siempre mantuvo el «pacto de silencio» que había acordado con los miembros de la familia Krug.

En marzo del 2000, durante la celebración del Centenario de Hohenau, cuando Nissi ejercía como intendente municipal de la ciudad, recibió la visita de periodistas de la revista Isto É, del Brasil, que realizaron un reportaje sobre la vida en las colonias, y de paso le preguntaron sobre Mengele.

En esta nota, Junghanns reconoció que había compartido la casa con Mengele, pero la nota le dejó un amargo sabor, ya que los periodistas lo pintaron como un nazi fanático, admirador de Hitler y de Stroessner, que les habría dicho: «Nao entendo por qué nao gostan de Mengele».

A unos periodistas alemanes también les habría recriminado: «¿Por qué persiguen la historia de Mengele, siendo que no dicen nada sobre las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, que hasta hoy tienen consecuencias en esas poblaciones?».

La periodista encarnacena Myrian Moreno, directora de la revista turística Viajeros obtuvo valiosos testimonios de Junghanns. Fue ella quién nos encaminó a buscarlo y a proponerle que rompa su silencio sobre Mengele.UH

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