Notas
Experto: el campesino está en peligro de extinción en Paraguay
La apertura de Paraguay a los ‘agronegocios’ expulsa a indígenas y campesinos de sus tierras, comunidades al borde de la extinción, advierte Miguel Lovera, ex presidente del Senave durante la gestión de Fernando Lugo.
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Paraguay, uno de los países con la mayor desigualdad en la distribución de la tierra del mundo, ve desaparecer sus bosques autóctonos devorados por plantaciones de soja transgénica.
La exponencial expansión de estos cultivos, que han convertido al país en sexto productor y cuarto exportador de soja del mundo, ha provocado una expulsión de comunidades indígenas y campesinas de sus tierras, al grado de que la agricultura tradicional, sello de identidad de la nación sudamericana, está al borde de la extinción. La tierra es la mayor fuente de riqueza del país, en manos de un puñado de latifundistas. Paradójicamente es en el campo donde se concentra la mayor pobreza.
El ingeniero agrónomo Miguel Lovera llegó a Alemania invitado por varias organizaciones para presentar un informe sobre el impacto sobre el cambio climático, medioambiental y socioeconómico que tiene el actual modelo de producción extensiva y de producción de soja. En abril de 2010 Lovera fue nombrado presidente del Servicio Nacional de Calidad y Sanidad Vegetal y de Semillas (Senave), durante la gestión del presidente Fernando Lugo. El ex-presidente intentó ‘meter en cintura’ a las grandes trasnacionales involucradas en estos cultivos, y a esa razón se le atribuye el hecho de que fuera orquestada su destitución.
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– DW: ¿Cuál fue su experiencia al frente del Senave?
” Las relaciones bilaterales con Brasil tienen un tinte casi anexionista. La economía del Brasil domina la economía paraguaya. La producción de soja en este momento está en un 80% en manos de ciudadanos brasileños y el 70% de la carne exportada por Paraguay tiene detrás a capitales brasileños”.
– Miguel Lovera: Tenía a mi cargo la regulación de la producción agrícola, en cuanto a todo lo que implique insumos, semillas, prácticas agrícolas y en realidad lo que encontré al llegar al cargo fue un desacato casi total de la normativa vigente. Nos pusimos a hacer cumplir la ley. El pequeño productor independiente, que no está vinculado a las trasnacionales, se comportó de manera razonable y mostró voluntad en acatar la ley. No así aquellos dedicados a los agronegocios que trabajan en forma ‘cartelizada’, con mucha presión sobre las poblaciones y las autoridades locales y con un lobby muy efectivo y muy corrupto en las altas esferas del gobierno.
– ¿Cuál es la situación actual?
– Es muy alarmante, existe un proceso de criminalización del reclamo campesino, de la lucha social, muy fuerte. La expansión de la frontera agropecuaria sigue pujante, expulsando a diario a familias campesinas que terminan deambulando por el país. El que tiene un poco de dinero en el bolsillo emigra, sale del país. La falta de apoyo al sector rural por parte del Estado y la expansión de los agronegocios ejercen una enorme presión. En este momento la población rural paraguaya es anciana. Son familias compuestas por ancianos y sus nietos porque la población joven, de entre 25 y 35 años han emigrado casi todos a Argentina y a las grandes ciudades.
– ¿Cual es el objetivo de la clase económica dominante que es en realidad la que gobierna el país?
– Es una clase oligárquica caracterizada por el oportunismo. Viven y se benefician de un sistema feudal de control territorial y social. Paraguay no vive un capitalismo salvaje, Paraguay vive el salvajismo del feudalismo de siempre. Es gente que no piensa en realidad ni en el futuro de su predominio. Esa oligarquía arcaica está cavando su propia tumba al apostar por la ganancia a corto plazo. Está vendiendo las tierras que controla, está abriéndoles espacio a las multinacionales y a otros inversionistas que vienen a buscar oportunidades en el país. Al mismo tiempo la explotación de la gente, que siempre fue monopolio de esa clase, está pasando a otras manos. Se están abriendo empresas que emplearían parte de esa fuerza laboral con objetivos justamente de exportar todos los productos pero en un ámbito cerrado como la maquila.
– ¿Cómo funciona la maquila en Paraguay?
– Los procesos de maquila venden en circuitos casi cerrados. Por ejemplo las grandes empresas automotrices de Brasil encargan la fabricación de partes o de piezas de recambio o componentes a empresas satélite que se instalan en Paraguay. La razón es porque Paraguay tiene un excedente de energía hidroeléctrica gigantesco, proveniente tanto de la represa hidroeléctrica de Itaipú como la de Yasyretá, que son dos empresas binacionales, Itaipú con Brasil, Yasyretá con Argentina, generadoras de energía hidroeléctrica. Brasil dio su palabra a la administración de Lugo de devolver gran parte de esa energía. En este momento Brasil está monopolizado el consumo y la devolución que hace consiste en destinar energía a empresas brasileñas asentadas en Paraguay que cumplen con los objetivos de desarrollo o de aumento de la producción. Todo queda en casa.
– ¿Es una relación asimétrica la de Paraguay con Brasil?
– Las relaciones bilaterales con Brasil tienen un tinte casi anexionista. La economía del Brasil domina la economía paraguaya. La producción de soja en este momento está en un 80% en manos de ciudadanos brasileños y el 70% de la carne exportada por Paraguay tiene detrás a capitales brasileños. El predominio del capital brasileño llega a una situación de dominio casi total de la economía nacional.
– ¿Aunado a la carrera por los agronegocios?
– Paraguay es parte de lo que Syngenta definió a mediados de la década del 2000, como ‘las repúblicas unidas de la soja’. La agroquímica multinacional hizo un mapa que iba desde el Río de la Plata, pasando por el sur de Bolivia, abarcaba todo Paraguay, tomaba gran parte del estado de Sao Paulo hasta Río Grande do Sul en Brasil, para después incluir a Uruguay y Argentina. Abarcaba unos 600.000 kilómetros cuadrados. Paraguay está en el centro y el 90% del valor de las exportaciones paraguayas corresponden justamente a soja y carne.
– ¿Qué impacto está teniendo todo esto en el país?
– Es un momento muy difícil para Paraguay. No estamos hablando solamente de que la población rural está en una situación muy desventajosa. La propia identidad nacional del Paraguay está al borde de la extinción. Las últimas comunidades indígenas, y la población campesina se encuentran bajo tal presión que se encuentran a punto de desaparecer. La población económicamente activa que tendría que haber relevado a las generaciones mayores ya abandonó el campo. Se ha perdido la oportunidad de transmitir todos los conocimientos hábilmente de una generación a otra. El campo paraguayo está poblado por abuelitos y sus nietos. Eso implica que la diversidad de la producción ha bajado muchísimo. De ser un país productor de una gran variedad de alimentos y de manera históricamente autosuficiente y abundante el país ahora exporta casi el 60% de los alimentos de origen vegetal que produce. Es una situación muy problemática y el riesgo no es sólo la precariedad económica, sino que toda la propia identidad cultural paraguaya está en riesgo de extinción.
– ¿Qué beneficios, si es que hay alguno, ha dejado la apertura del país?
– Se abrió el país de manera indiscriminada a la intervención de grandes capitales cuyo objetivo exclusivo es producir materia prima de exportación. Ni siquiera dejan suficientes impuestos o más bien nada. Cada dólar que se invierte en soja, deja 1 dólar con 90 centavos. Es un dinero que repatrían los productores. Es una apertura total que implica la explotación indiscriminada de los recursos en Paraguay, del suelo sobre todo. Los beneficios son para unos cuantos.
– ¿Adónde se destina la exportación de soja?
– Esas exportaciones de soja se destinan al forraje animal en los grandes países industrializados que producen cantidades ingentes de productos lácteos, de aves y ganado menor. Eso se mantiene con piensos de un contenido fuerte de soja. Esta soja es en un 99% soja transgénica.
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